- Política ERC exige que "Cataluña no vaya a remolque del Estado" en la respuesta económica a los aranceles de Donald Trump porque "España es centralista"
- Cataluña El Govern del PSC ensaya un frente amplio de izquierdas con ERC, Comuns y la CUP para regular los alquileres de temporada
La reelección de Oriol Junqueras como presidente de Esquerra Republicana, el pasado mes de diciembre, no ha cicatrizado las heridas abiertas en el partido, especialmente profundas tras la debacle en las elecciones autonómicas de hace un año, en las que pasó de 33 a 20 escaños en el Parlament. El nuevo escenario de batalla es el control de la Federación de Barcelona, que, con alrededor de un millar de afiliados, es la más poderosa de la formación independentista y este sábado elegirá su nueva dirección con un debate de fondo: los pactos con el PSC.
El congreso que este fin de semana celebra la agrupación local republicana pone en liza a dos candidaturas, la oficialista que lidera la actual presidenta, Eva Baró (Endavant, Barcelona!), y la corriente alternativa Dignitat Republicana, encabezada por Creu Camacho. El grupo continuista, que aúna a las dos facciones que se enfrentaron en el anterior congreso, presentó el martes 302 avales, mientras que los críticos fueron capaces de reunir 263 firmas, lo que aventura una votación que podría saldarse con un resultado ajustado.
Un duelo reñido como el que ya tuvo que superar el propio Junqueras en el congreso nacional de finales de 2024, convocado de forma extraordinaria para sofocar la crisis desencadenada por los malos resultados de los comicios del 12 de mayo y por el escándalo de los carteles sobre el alzhéimer contra Pasqual Maragall y Ernest Maragall (entonces líder de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona), una acción que se descubrió que había sido organizada por el propio partido en la precampaña de las elecciones municipales de 2023.
En la primera vuelta de esas primarias, Junqueras obtuvo un 48,3% de los votos y, al no superar el 50%, se vio obligado a medirse dos semanas después con Xavier Godàs (Nova Esquerra Nacional), el candidato afín a la hasta entonces secretaria general, Marta Rovira. El 14 de diciembre, Junqueras fue reelegido con el 52,2% de las papeletas, frente al 42,2% conseguidas por los críticos, una distancia estrecha, muy lejos de las anteriores victorias incontestables del presidente durante sus 13 años de mandato, en los que siempre estuvo acompañado por Rovira como número dos, un tándem ya visiblemente roto tras el 12-M.
Entrar en el Gobierno de Collboni
Miembros de Nova Esquerra Nacional y de Foc Nou, la corriente crítica impulsada por Alfred Bosch, ex consejero de la Generalitat y ex líder de ERC en el Congreso de los Diputados, han mostrado su apoyo a Dignitat Republicana en este nuevo embate contra Junqueras. El grupo opositor nació a raíz de la asamblea fallida de junio del año pasado, en que los militantes debían votar si el partido entraba en el Gobierno local de Jaume Collboni (PSC), como recogía el preacuerdo de la federación barcelonesa con los socialistas.
Ese pacto causó un gran revuelo en el seno de Esquerra al coincidir con las negociaciones con el PSC para la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat (fue acordada un mes y medio después) y tras un nuevo descalabro en las urnas, después de haber perdido casi 373.000 votos en las elecciones europeas del 9-J. Junqueras, como ya había anunciado tres semanas antes, dimitió tras esos comicios para no ver enturbiada su campaña para la reelección con cualquier pacto con los socialistas.
En una situación sainetesca, por un supuesto exceso de aforo, la asamblea no llegó a celebrarse y se pospuso sine die. El proceso congresual de otoño acabó por dejar en papel mojado aquel acuerdo de gobierno para el Ayuntamiento de Barcelona. Los críticos rechazan de plano el pacto, pero insisten que aquella votación frustrada de los afiliados debe hacerse. Por su parte, los fieles a Junqueras y a la actual secretaria general, Elisenda Alamany, que quedó como jefa de filas republicana en el Consistorio tras el adiós de Maragall hace casi un año y medio, intentan enfriar el acuerdo que lideraron hace diez meses porque consideran que la situación ha cambiado.